28/01/2006

Noutras línguas

Como último caudillo de los lusitanos, tuvo en jaque durante varios años a las legiones romanas. En su primera gran victoria, fingió una retirada y arrasó a las tropas de Vetilio. «Roma no paga traidores» fue la frase que, según la leyenda, tuvieron que escuchar sus tres asesinos: Ditalcón, Audax y Minuro.
Cuando España aún no era España -ni Portugal, Portugal-, Viriato ya era Viriato. Siglo y medio antes del nacimiento de Cristo, mientras romanos y cartagineses remataban su pugna por el dominio del Mediterráneo, incluyendo a Hispania de forma muy especial, Viriato llegó a dominar militarmente casi toda la Península, desde el valle del Guadalquivir al valle del Ebro. En aquel mosaico de tribus en retirada y entre los dos grandes imperios de la época, el genio militar del último gran jefe de la tribu de los lusitanos consiguió un poder indígena como seguramente no existió antes y no volvió a existir después. Viriato, como Indíbil y Mandonio, es un símbolo de la Iberia que los cronistas romanos retratan en su crepúsculo, mientras la civilización grecolatina, a sangre y fuego, entraba lentamente en la Península. La novelería romántica ha hecho que Viriato, enemigo de Roma, figure en nuestro panteón imaginario con más méritos que Sertorio, Pompeyo o Julio César. Cuando antaño se enseñaba Historia en píldoras mitológicas, Viriato era «un pastor lusitano». Pero aun en el caso de que alguna vez cuidara ovejas o cabras, fue bastante más que pastor (con ser nobilísima esta profesión) y no un lusitano cualquiera. Cuando el historiador Apiano de Alejandría, en su libro sobre Iberia -VI de su Historia Romana-, cita por primera vez a Viriato, dice: «Aniquiló a numerosos romanos y dio muestra de grandes hazañas». En realidad, Viriato tuvo en jaque durante varios años a las legiones, les infligió media docena de derrotas humillantes, recorrió, revolvió y casi dominó las dos Hispanias, la ulterior y la Citerior, mató a miles de soldados romanos o aliados y murió de confianza, veneno anterior al de la traición. Puede decirse también que murió por pactar, pero eso no lo acredita como centrista póstumo. Hay sabios que lo consideran sólo un aspirante a reyezuelo cuya ambición tropezó con la implacable Roma, hecho que celebran. Lo que seguramente ha cautivado la imaginación de las sucesivas generaciones de lectores más o menos celtíberos es su soberbia aparición en los libros de Historia, digna de Don Juan en la Hostería del Laurel. Cuenta Diodoro de Sicilia que un hombre rico llamado Astipas concedió la mano de su hija a un tal Viriato y organizó el ya entonces forzoso banquete nupcial. Pero el novio no apreció la vajilla de oro que en su honor se exponía, sino que, apoyado en su lanza, soltó un discurso sobre lo poco que valían las riquezas cuando otros -es decir, los romanos- decidían su destino, se negó a lavarse las manos, repartió a su escolta algo de comer, reclamó a la novia, la subió a la grupa de su caballo y partió sin despedirse hacia su guarida en las montañas. Reconózcase la plasticidad de la estampa. Pero su majeza incluía no poca crueldad. Años más tarde, cuando Astipas era voluntario rehén de los romanos, lo reclamó y le cortó el cuello. Es el protomártir de los suegros hispanos. Viriato pudo nacer en la Sierra de la Estrella, al norte de la Lusitania, que se extendía por la mitad de lo que ahora es Portugal y las tierras limítrofes entre Zamora y Badajoz. Estrabón tenía a los lusitanos por la nación más poderosa entre las ibéricas, pero indudablemente no era la más próspera. El bandidismo endémico muestra una clara dependencia del pillaje como modo de mantenimiento, así como escasez de tierras fértiles para una población que no se bastaba con el pastoreo y recurría a la guerra para alimentarse. Los tributos que probablemente cobraban desde antiguo entre la población de los valles del Guadiana y Guadalquivir les llevaron al enfrentamiento con los romanos cuando éstos empezaron a repartir tierras de la Bética entre sus colonos, sobre todo tras la Segunda Guerra contra Cartago. Dos caudillos destacaron contra las legiones de Roma: Púnico, que murió en combate, y Césaro, que dominó toda la costa bética, y proyectó lo que luego sería el salto lusitano más audaz aunque sin consecuencias: el paso del Estrecho. Pero la época heroica y decisiva de la entrecortada historia lusitana llegó cuando el pretor Galba, cuya codicia y crueldad lo precedían, consiguió reunir a los lusitanos alzados, dividirlos en tres grupos para hacerles entrega de tierras, desarmarlos y luego degollar a muchos de ellos y vender al resto como esclavos. Entre los que escaparon de la degollina estaba Viriato, que tras hacerse elegir jefe inició una brillante carrera militar de ocho años. No eran pocos cuando el promedio de edad apenas llegaba entonces a los 30 años. Cultivó Viriato tres cualidades básicas del guerrillero: el aprovechamiento sistemático del terreno para las emboscadas, la audacia para cambiar el escenario de los combates, gracias a la movilidad de sus tropas, y la capacidad de actuar muy lejos de sus bases de aprovisionamiento, lo cual suponía también mucha mano izquierda para lograr alianzas sobre la marcha y pactos de manutención sobre el terreno. La primera victoria de Viriato fue junto a la ciudad de Tríbola, al sureste del Guadalquivir, donde fingió una retirada que terminó en copo y destrucción de las tropas de Vetilio. Era el año 147 antes de Cristo. Batió entonces la Carpetania, combatiendo incansablemente hacia el Norte y el Este hasta tomar Segóbriga, ciudad clave de lo que hoy es aproximadamente Cuenca. Se retiró entonces al Monte de Venus, cabe la inaccesible fragosidad de Gredos, y desde allí se convirtió en el terror de la Hispania Citerior tras haber dominado la ulterior. Plancio, Unimanio y Nigidio sucedieron a Vetilio en la lista de víctimas viriatenses. Comienza entonces una lenta e implacable reconquista romana de los territorios perdidos. La liquidación de la guerra de Cartago permitió al Senado allegar más hombres y recursos para luchar contra los insoportables lusitanos, que exhibían además una gran capacidad diplomática con diversas tribus ibéricas como los vettones y otros feroces vecinos. El mérito suele atribuírsele a Viriato, aunque el enemigo común había levado a las tribus peninsulares a una especie de confederación político-militar nada desdeñable. Lo que no podía el guerrero del Monte de Venus era hacer milagros. En el año 144 a.d.C. los romanos recuperaron el control del valle del Guadalquivir. Algunos historiadores creen que Quinto Fabio Máximo derrotó a Viriato en Bailén, si era ése el lugar de Baecula. Otros lo sitúan en los Arapiles, así que no salimos de la imprecisión evocadora de tantos combates peninsulares trascendentes, siempre en los mismos sitios. Tras la derrota ante Fabio Máximo, el caudillo lusitano se refugió en Sierra Morena, faltaría más, y desde allí hizo frente a la gran expedición de Serviliano y unos 20.000 soldados. Viriato consiguió batir a las legiones en una sorda guerra de desgaste y mantener hasta el año 142 sus posiciones en torno a lo que hoy es Martos (Jaén), entonces llamado Tucci. Pero Serviliano y Fabio Máximo fueron privándole de sus bases de apoyo y en el 140 tuvo que retirarse a Lusitania. Consiguió rehacerse, que es el sino de todos los grandes generales antes de la derrota definitiva, y vengarse de Serviliano en el campo de batalla. Pero tras la victoria se avino a firmar la paz y ésa fue su ruina. En una de las diversas treguas que acordaban sin convicción ambas partes desde el año 140 a.d.C., Viriato mató a su suegro, miembro de la clase dirigente lusitana que tal vez había decidido ya el pacto con los romanos. Y finalmente, en el 139 a.d.C., pudo recibir la oferta de ser rey de una Lusitania independiente y aliada de Roma. O tal vez la propuesta fue suya y los romanos fingieron aceptarla; sobre eso no hay acuerdo. El hecho es que tres de sus enviados, Ditalcón, Audax y Minuro, volvieron del campamento romano con más oro del que llevaban y se lo ganaron apuñalando a Viriato. Cuenta la leyenda que, muerto el héroe, los asesinos volvieron a por lo suyo y los romanos, avarientos, le respondieron: «Roma no paga traidores». La frase es notable pero apócrifa. Los lusitanos no se metían en magnicidios gratis. Muerto Viriato, sus guerreros le rindieron homenaje cantando himnos, degollando animales y combatiendo por parejas sobre su tumba, fórmula del entierro de primera en aquellos siglos tremendos. Una vez quemado su cadáver en la pira ritual, aventadas sus cenizas y apagado el gran fuego nocturno, los lusitanos no encontraron -tal vez por no quererlo buscar- sucesor para Viriato y fueron entrando en la órbita romana. Abrían así el camino para la inmediata dominación de los celtíberos de la meseta septentrional, clave estratégica de la península y cuyo último foco de resistencia fue Numancia, que se rindió, en términos menos heroicos de los que cuenta la leyenda, apenas cinco años después de la muerte de Viriato. Por eso puede decirse que con él se extinguió la antigua Iberia y que Hispania, aunque algo chamuscada, entró definitivamente en la Historia. A golpes, sin duda. Pero entró, entró.
Mais aqui e aqui

Fragmentos

Segundo Floro, Viriato poderia vir a ser o Rómulo da Espanha. Mas, em face da civilização romana que ia progredindo com a conquista, um Rómulo do Ocidente vinha já fora de horas, nos parece. A independência da Lusitânia necessitava, sim, de um homem que soubesse repelir a invasão estrangeira, como fez Viriato, mas que ao mesmo tempo organizasse o plano gigantesco da fusão de trinta povos independentes, senão hostis, e que estabelecesse entre eles a paz e segurança que lhes faltava. Aqui está em resumo o quadro que Estrabão nos pinta da Lusitânia pré-romana. O seu solo é rico em metais de toda a espécie, abundante em toda a qualidade de frutos, excelente para a criação de gados; mas todas estas indústrias estavam arruinadas e haviam sido por fim abandonadas, porque as classes produtoras estavam à mercê dos bandos armados, que as salteavam de improviso, metendo tudo a saque. Tendo de interromper a cada momento o trabalho, para correr às armas, e defender os seus haveres, esta gente desanimara de tudo, e acabara por adoptar o ofício dos seus perseguidores. Daqui a alcunha de “ninho dos ladrões”, dada à Lusitânia inteira. Sem dúvida há nesta pintura exageração evidente. Se este bandoleirismo fosse geral, é de primeira intuição que ele acabaria por si mesmo, à falta de alimento. O que porém é provável é que a classe dominante dos povos lusitanos fosse um militarismo brutal e insolente, que não reconhecia outro direito senão o da ponta da espada, e fazia dele modo de vida. Do espanhol em geral, dizia Justino que a sua paixão era a guerra; quando a não tinha fora, procurava-a dentro de casa. Dos galegos, um ramo dos lusitanos, diz ainda que as mulheres se empregavam nas ocupações domésticas e na lavoura, enquanto que os homens só se davam à guerra e à rapina. A guerra era um ofício, um modo de vida. Ora imagine-se qual será o teatro deste militarismo de profissão em povos pequenos e desunidos, que nunca justificaram a guerra com o pretexto dum alargamento de território, dum engrandecimento político. Infalivelmente é sobre os povos vizinhos que eles planeiam as suas correrias, com a mira no saque. É isso mesmo o que nos confirma a inumerável quantidade de cidadelas pré-romanas, em ruína pelos nossos altos, e que revela bem o grau de desconfiança em que cada povo vivia em relação ao seu vizinho. Dando a estes bandos o nome de ladrões, os gregos e os romanos eram justos, nos parece. Esqueciam apenas que os grandes vultos dos seus séculos heróicos não tinham sido outra coisa, e que o que eles lançavam à conta de perversão moral era o produto das ideias duma civilização atrasada, pela qual os austeros censores tinham passado também. Neste período chamado “heróico”, ser ladrão ou pirata não é vergonha nenhuma. Ulisses, por exemplo, conta com toda a simplicidade a um dos seus hóspedes, como surpreendeu traiçoeiramente uma cidade da beira-mar e a saqueou valentemente. A vergonha era efectuar estas empresas militares em volta a casa “com as mãos vazias”. Se romanos e gregos se encontravam agora já longe desse heroísmo selvagem, tinham a agradecer o benefício não tanto a si, como às civilizações mais adiantadas com que se puseram em contacto. O isolamento dos povos do Ocidente explica bem a perpetuação deste anacronismo, que a cultura romana punha em maior relevo. O certo é que ele era um facto, e que o estado anárquico de toda a Lusitânia não tinha senão aqui a sua principal origem. Precisamente à frente destes bandos guerreiros é que se vai colocar Viriato.
No tempo de Viriato (Fragmento de um estudo)
Francisco Martins Sarmento
A Vida Moderna, Porto, 1880 — vol. — I, pág. 261

14/01/2006

Haja respeito!

Uns quantos "engraçadinhos", para não lhes chamar merecido epíteto, resolveram usar a minha imagem nisto! Não quero aqui exaltar as minhas virtudes, mas nunca nos meus defeitos tal ideologia coube ou caberá! Retirem-me já disto! Respeitem a minha memória e sobretudo as gentes lusitanas!

11/01/2006

A história ano após ano

Em 1951 um jornal local, órgão oficial da comissão distrital de viseu da união nacional, já escrevia sobre a Cava de Viriato. Em título: Monumento Nacional abandonado! 55 anos depois o artigo está actual...


03/01/2006

Para comparar... e relembrar

Aqui ao lado... Viriato em Rock! Por cá... IberRock!

750 mls de Viriato... espanhol, pois então!

Viriato noutras línguas


(...) Il capo dei Lusitani Viriato organizzò altre tribù celte per riprendere la resistenza armata. Nel 147 a.C., egli si scontrò con il governatore romano Caio Vetilio in una battaglia campale a Tribola. Vetilio fu ucciso e per i romani si risolse con una schiacciante sconfitta. Viriato incontrò e sconfisse C. Plaucio in Carpetania nel 146, Claudio Unimano, governatore della Citeriore, C. Nigidio nel 145. Alla fine, nel 142 a.C. dopo l’ultimo passo indietro, Roma inviò un nuovo esercito consolare al comando di Quinto Fabio Massimo l’Emiliano, che mise in rotta l’esercito di Viriato grazie al peso dei numeri. Viriato si ritirò a Baicor (Baecula). (...)

Viseu, Viriato... e os outros!

Quadro de Paulo Neves exposto no ISPV! Do titulo do quadro, os outros devem ser a rede metálica que encerra o monumento e todo o desprezo a que este herói e a sua homenagem foi votada na nossa cidade...

Aqui perto... diferente de cá dentro!

Excelente artígo de Eduardo Sanchez Moreno (Departamento de Historia Antigua, Universidad Autónoma de Madrid) este que aqui vos deixo resumido:
"La semblanza que del famoso jefe lusitano consagra la historiagrafía antigua sirve de paradigma para reflexionar sobre un fenómeno de hondo significado en la vida de los pueblos prerromanos, la guerra. Entre los muchos enfoques posibles, la acción bélica es revisada en tanto mecanismo de contacto cultural generador a su vez de una serie de efectos sociales y económicos en el seno de los grupos litigantes. Recurriendo además de a las fuentes literarias, a apoyos arqueológicos (distribución de riqueza en necrópolis de fines de la Edad del Hierro, con especial atención a las “tumbas de guerrero”) y a modelos antropológicos, intentaremos dilucidar el papel que la redistribución de botines y tributos guerreros - entendidos como el resultado de un intercambio violento en cualquier de sus modalidades (contienda, ataque puntual, robo...) - desempeña en la articulación socio-política de las gentes del occidente peninsular. La manera en que los “jefes militares”, que son quienes suelen dirigir estos repartos, proceden a la distribución de mercancías entre la población, se muestra en el registro literario como argumento moralizante o anecdótico según los casos. Pero al tiempo constituye un testimonio útil para refrendar la existencia de una fuerte jerarquización habida cuenta que este procedimiento camufla en sí mismo una medida de ordenamiento social. Sólo en este sentido nos permitimos calificar a Viriato con el poco ortodoxo apelativo de jefe redistributivo."